Se disolvió el anterior Congreso, a decir del jefe de Estado por ser “obstruccionista”. Posteriormente saludó y aplaudió su nueva conformación hasta que se presentaron las naturales discrepancias y una vez que el Congreso, ejerciendo su función de control político, negó la confianza del fallido gabinete Cateriano, se le calificó de “chantajista”. Luego, al otorgarse confianza a Gabinete Martos, el mismo gobernante saluda al Congreso manifestando que ello “expresa unidad, diálogo y consenso”.

La democracia implica tolerancia, y respeto de las instituciones y de las opiniones. Quien no tiene claros esos elementales conceptos, es cuestión de tiempo para aterrizar en la contradicción de predicar democracia y caer en autoritarismo y concentración del poder.

El gobierno repitió reiteradamente que privilegiaba la vida, que la “cuarentena” era necesaria para ganar tiempo y poder mejorar nuestra respuesta hospitalaria, y enfrentar en mejores condiciones la pandemia. A pesar del estricto y prolongado encierro, contradictoriamente, no se contuvo la pandemia ni se equipó mejor los hospitales. Veamos la dramática falta de oxígeno a nivel nacional y el ser, tristemente, el país con mayor número de muertes por millón de habitantes en todo Latinoamérica.

Resulta contradictorio alentar la reactivación económica e inmovilizar a más de un tercio del país poniéndolo en cuarentena -y a todo el país los domingos-, si desde marzo esta estrategia no resultó. ¿Por qué insistir?

Las cifras de casos positivos de las Direcciones Regionales de Salud y las del SINADEF, no son las mismas que señala el MINSA. No se puede ocultar la verdad aparentando éxitos. No hubo meseta ni se frenó el contagio. Ello generó una falsa expectativa que se tradujo en un relajo de los cuidados. Esa es la mayor contradicción: cuando se dice proteger la vida y se busca, sobre falacias, rédito político. Ello sólo causa perjuicio en la salud del pueblo.

Es contradictorio tener los recursos gracias al esfuerzo conjunto de todos los peruanos, y no saber qué hacer con ellos. Resultado: nuestra saludable economía es la más afectada del continente y el responsable, según el gobierno, es el pueblo.