La grave situación económica de Corea del Norte se pone en evidencia, una vez más, con las recientes declaraciones de Kim Yo-jong, hermana del líder Kim Jong-un, que difunde por las redes su parecer para romper con los acercamientos alcanzados con el gobierno de Seúl. Mandada por su hermano, estoy seguro, la hermana, con fama de mujer de carácter fuerte, teatraliza la estrategia del régimen, que debe estar sufriendo el impacto de la pandemia. Aunque no conocemos de cifras de contagiados ni de muertos por la pandemia -Pyongyang es por definición, un país hermético-, no debe ser nada difícil concluir de que hayan sido seriamente impactados por el Covid-19. El recurso para llamar la atención de la comunidad internacional siempre ha sido el tema nuclear, que le ha permitido disuadir, de alguna manera, a EE.UU. Kim Jong-un quiere la atención completa de Donald Trump pero el presidente neoyorquino está más preocupado en superar un complejo frente interno sumido por la pandemia, protestas por racismo que no acaban, y su desventajosa posición electoral frente al demócrata Joe Biden, que quiere arrebatarle la presidencia el próximo 3 de noviembre. En adición, con una China -principal soporte de suministros y subsidios para la pervivencia de Corea del Norte- concentrada en su pugna comercial con Washington en medio de la pandemia, la desesperación del líder norcoreano es inocultable. Corea del Norte no es el centro de la atención del mundo y ese lugar se lo ha arrebatado la pandemia. Las amenazas militares son prácticamente desestimadas por las grandes potencias porque ni siquiera entre éstas llegan a ese nivel de enfrentamiento. Hoy, las pugnas en el mundo, son otras.