Parece que a Corea del Norte le está llegando su momento más crítico. Corea del Sur, Estado con el que comparte la península de Corea, ha decidido nuevas sanciones para Pyongyang. El gobierno democrático de Seúl ha decidido vetar un conjunto de transacciones económicas con la participación de norcoreanos e incluso acaba de establecer que las embarcaciones que en los últimos 180 días anteriores por alguna razón hayan ingresado en aguas de Corea del Norte, también serán sancionadas.

El endurecimiento de Seúl ha seguido a las amenazas del gobierno del tirano King Yong-un. Suma que a la Cancillería surcoreana no se le quita la idea de que altos funcionarios de Pyongyang estarían comprometidos con programas nucleares y misiles llegados de Rusia.

La realidad de todo este asunto es que al régimen de Pyongyang le ha irritado que Washington y Seúl realicen el mayor ejercicio militar conjunto que se conozca en esa región asiática y no haya hecho nada más allá de la cantaleta ya conocida.

Por ahora es difícil predecir qué sucederá, por la sencilla razón de que los norcoreanos en esta situación de aparente desventaja no se han atrevido a dar un paso más allá de todo lo conocido. Desde afuera los Estados poderosos de esa región como China y Rusia en estas circunstancias no se muestran del todo y eso no contribuye a realizar especulaciones sobre escenarios futuros de un eventual ajedrez conflictual.

Toda una caja de Pandora. Lo cierto es que las sanciones sobre Corea del Norte han prosperado y buscan seguir presionando a un gobierno colapsado y anacrónico fundado en el miedo y la amenaza, para que desde sus bases se puedan promover los cambios esperados.