El reciente pronunciamiento de Keiko Fujimori contra el Gobierno de Dina Boluarte la han colocado de nuevo en el centro de atención. Esta situación no solo explica la persistencia de la excandidata presidencial en la escena política sino también la ausencia de nuevos liderazgos en su partido.
Algunos ayayeros ya salieron a pedir que postule a la presidencia en el 2026, pero creo que Keiko ya maduró y es consciente que candidatear nuevamente no solo es un suicidio sino también significaría dinamitar la unidad de la derecha.
Que Luis Galarreta y Nano Guerra García digan que la lideresa de Fuerza Popular es la mejor posibilidad para las próximas elecciones solo grafica que en el fujimorismo “la costumbre es más fuerte que el amor”. No hay que negar que Keiko ya es una tradición (y una bendición para sus rivales). Para muchos de sus incondicionales, siempre tiene que estar. Seguramente, estos piensan que si no la vemos sería como si en un concierto de los Rollings Stones, Mick Jagger no cantara “Satisfaction”.
Sin embargo, las adversidades y las tres derrotas consecutivas en segunda vuelta -incluso ante el peor candidato de la historia de nuestro país- tienen que haberle servido como lección a la lideresa del fujimorismo. El fracaso debe ser una fuente de autocrítica y madurez. Estoy seguro que ella es consciente de sus limitaciones.
Hace algunos meses lideró la lista de personas que debería dejar la política, según Semana Económica, y se ubicó entre los primeros con mayor poder de desestabilización del país, solo superada por Vladimir Cerrón y Pedro Castillo. Sin duda, hoy por hoy en el Perú vive menos gente que recuerda los logros de su padre Alberto Fujimori -su gran capital político- y hay más ciudadanos - principalmente jóvenes- que la rechaza absolutamente. Es un dato que Keiko debe tener muy en cuenta. A estas alturas no creo que cometa el mismo error de creer más en lo que le dicen sus ayayeros o interesados, que en analizar lo que realmente dice la calle. Debe tener bien en claro que si vuelve a equivocarse lo volveremos a pagar todos.
El país requiere líderes comprometidos con el bienestar común, capaces de fomentar el diálogo constructivo y la búsqueda de consensos. El problema es que estas características y la práctica política de Keiko siempre tuvieron caminos diferentes.