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“Se eleva la pobreza en la sierra”, es el titular más recurrente en los últimos días sobre la situación económica en el centro del país. Este alude al crecimiento de la pobreza monetaria, principalmente en la sierra rural. En tanto, otro dato preocupante es el incremento de la pobreza extrema. Por ejemplo, en Huancavelica llegaba hasta 9.8% el año 2016 y pasó hasta 10.2% en el 2017, colocándose en segundo lugar a nivel nacional. Otra región que subió en el ranking fue Junín, que se ubica en el tercer lugar de pobreza extrema: en el 2016, tenía hasta 2.5%; en el 2017, llegó hasta 6.5%.

Si a esto agregamos las alarmantes cifras de anemia en la población infantil de Pasco (58%), Huancavelica (54.7%), Junín (53.3%), Ayacucho (48.3%) y Huánuco (44.7%), hay un problema mayúsculo en la salud pública del centro del país.

La creencia de que la transformación económica del país y su posterior crecimiento significaría que vendría un futuro signado por la prosperidad para todos parece que fue solo una ilusión.

La corrupción, el despilfarro, el ruido político, la falta de liderazgo y el nudo de acusaciones estancaron el progreso del país y de las regiones. En muchos casos, las autoridades no se interesaron en encontrar el camino para que los intereses de la gente se antepongan a los de sus bolsillos.

Como sostienen los especialistas, primero hay que arreglar lo político, después lo económico y por último lo social. Encauzar la economía requiere de decisiones políticas y solo así resolveremos lo social.

Y arreglar lo político implica que las autoridades y funcionarios tengan capacidad, honradez, ingenio y liderazgo para remontar esta triste realidad. Un país de enormes riquezas no puede continuar con políticos poniéndole palos a las ruedas del progreso.