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La historia termina cuando finaliza una vida. Heródoto narra en Los nueve libros de la Historia el encuentro entre Creso y Solón. El monarca Creso invitó al sabio griego a conocer su reino; una vez allí, le mostró sus tesoros y le preguntó si había conocido a algún ser humano que fuera el más dichoso de todos.

El rey Creso pensaba que él era esa persona; pero Solón, en vez de confirmar su percepción, le dijo que el más feliz fue el ateniense Telo, porque pertenecía a una ciudad famosa y tenía hijos “bellos y buenos”, disfrutó su vida y tuvo una muerte gloriosa en defensa de su patria. El rey Creso pensó que al menos ocuparía el segundo lugar y volvió a preguntar. Solón respondió que los argivos Cleobis y Bitón, atletas ganadores de varios premios, eran los más dichosos por su fortaleza física. Ambos jóvenes dieron ejemplo de amor filial cuando, al ver que su madre debía ser conducida en una yunta al Templo de Hera, como no llegaron a tiempo los bueyes, ellos mismos se colocaron el yugo y transportaron a su madre. Tras un largo trayecto, al llegar al santuario, la diosa los premió con una muerte apacible.

El rey Creso se enfureció porque Solón no lo consideraba el más dichoso. Entonces, el filósofo le dijo que aunque por el momento Creso era opulento y señor de muchos, todavía no se podía considerar feliz; ya que su vida no había terminado. Y tenía razón. El reino de Creso fue conquistado y estuvo a punto de morir. Luego, meditando los consejos de Solón, recuperó la libertad. Las historias terminan cuando terminan. Parece que esta acaba de empezar.