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El drama de la muerte de 30 niños prematuros por falta de incubadoras en el Hospital Regional de Lambayeque demuestra lo engorrosa, lenta y paralizante que puede ser la toma de decisiones en la administración pública. Así, los insalvables parámetros de los funcionarios para ejecutar una adquisición, un servicio o una obra que viabilice las obligaciones del Estado en temas álgidos y sensibles como la salud se tornan dramáticos. Si existe el dinero suficiente, ¿por qué no es posible cumplir con la tarea de brindar una atención oportuna y de calidad? Existe en el recorrido de la herida varios puntos que se deben suturar. El miedo es uno de ellos. Los responsables de firmar las adquisiciones para una mejor provisión de servicios tienen el temor escalofriante de ser objetados, investigados y querellados si el proceso fue aprobado con alguna irregularidad en el camino. La agilidad que un procedimiento requiere pasa a un segundo plano, pero la tragedia es que ello cuesta vidas. Ahora vayamos detrás del biombo. Del otro lado, las rígidas y necesarias acciones de control apuntan a evitar o descubrir que el festín de la corrupción se filtre entre sellos, firmas y papeles convenientemente justificados. Una denuncia reciente es la del Hospital Daniel Alcides Carrión, bajo sospecha de montos fraudulentos, contrabando de equipos y hurto de medicinas. El caso, investigado por la Fiscalía, es casi de lesa humanidad. Robarle a un paciente en zozobra por la quimioterapia demuestra que en el Perú el abismo de la miseria humana no tiene fondo. Ahora, si eso pasa aquí en Lima a solo un par de kilómetros del Minsa, del GORE-Callao y de Palacio, si eso sucede en las narices de este Estado paquidérmico y miope, ¿qué no pasará en los extramuros de la civilización, en las márgenes inhóspitas que limitan con la barbarie? Cabe preguntarse, por ello, si sirve de algo que los gobiernos regionales, de elementales carencias técnicas, administren entidades neurálgicas usando instrumentos como sus taras y letargos. Hace rato que la salud debió declararse en emergencia, pero la señora Zulema Tomás y el señor Martín Vizcarra parecen no haberse dado cuenta. O será que unas muertes pueden esperar, pero lo que no puede hacerlo es el adelanto de elecciones.