Hace unos días, Caracas aprobó el racionamiento de energía eléctrica para las oficinas públicas, las que trabajarán corrido por seis horas o menos. El Gobierno, con la excusa de las altas temperaturas, solicitó también al sector privado que apoye este racionamiento y trabaje menos horas. En una ciudad como Caracas, siempre caliente, ¡se pide dejar de usar el aire acondicionado!

Todo esto impacta directamente en la productividad y el crecimiento económico del país para aliviar la pobreza. Todo ha sido hecho mal. Desde el régimen de Chávez, el Gobierno dilapidó los cuantiosos recursos del país, casi todos derivados del petróleo, la ganadería, la agricultura y la industria.

Venezuela, un país con muchos ricos, también tenía muchos pobres. El régimen de Chávez y luego el de su sucesor Maduro han tenido una actitud paternalista, dilapidando recursos a favor de los más pobres. Esto puede sonar una contradicción, porque el darle a los pobres no debería ser calificado como dilapidación de recursos, pero cualquier programa social debe ser bien enfocado y solucionarle problemas a los que los tienen. En Venezuela, lo que ha sucedido es que los pobres son más pobres y las industrias se han destruido, entre ellas la de la energía eléctrica. A pesar de contar con gas como combustible barato y la inmensa represa del Guri, nada es suficiente si no se mantiene la infraestructura, lo que ha sucedido en este caso.

Una lástima por Venezuela, pero una muestra de que si no se gobierna bien, la riqueza se acaba ¡y para todos!