En el marco de la ronda de negociaciones, muy intensas por cierto, Cuba le pide a Estados Unidos que lo retire de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo internacional. Es una petición sensata, tanto como deberá serlo que la Casa Blanca le dé luz verde. Si Estados Unidos ha dado el gran paso de restablecer las relaciones diplomáticas con La Habana, una movida que nadie imaginó por parte del presidente Barack Obama, es de esperarse que proceda en consecuencia. Al presidente de los Estados Unidos le parece lógico y por eso ya ha dispuesto la revisión de Cuba en esa lista negra. En realidad, se trata de una medida que debe solventar la confianza hacia el proceso de firme reconexión con la isla. Seguramente a los republicanos, que últimamente le vienen haciendo una guerra sin cuartel al presidente demócrata, no les va a parecer, pero la determinación de Obama pareciera estar en marcha. A Cuba, conforme el contexto actual promovido por Washington, no le causa ninguna gracia figurar en aquella lista junto a países como Irán, Siria o Sudán. El hecho de figurar en esa relación en realidad le ha valido a Cuba ser objeto de sanciones que le han impedido gozar de préstamos financieros. Ese es el fondo del asunto, además de que encontrarse en una oscura relación no juega nada bien para su imagen internacional. Esta medida deberá ser la primera señal para que se produzca el esperado levantamiento del embargo que pesa sobre la isla desde hace más de 50 años. Obama se apura para que así sea conforme su plan y porque además está empeñado en reabrir la Embajada estadounidense en La Habana. Cuando lo haga, antes deberá anunciarlo al Congreso, hoy en manos republicanas, y ese será su nuevo reto presidencial.

TAGS RELACIONADOS