El presidente Pedro Castillo ya debería estar muy preocupado con la situación de paralización y violencia que vive el país, especialmente en los últimos días en que ni los ministros que envió a Huancayo ni los paliativos económicos dispuestos como la reducción del impuesto al combustible y el incremento desesperado de la remuneración mínima vital, han calmado los ánimos de quienes se sienten defraudados por el gobierno de Perú Libre.

Y eso que el presidente debería considerarse un hombre afortunado, pues pese a los cuatro muertos que ha dejado la protesta en la región Junín, uno de ellos un menor de apenas 13 años de edad, la izquierda hoy aliada del régimen no ha salido a hacer murales de los caídos, a pasear sus ataúdes por las calles ni a exigir la salida del mandatario como sí lo hizo con Manuel Merino en noviembre del 2020 para luego colocar en Palacio de Gobierno a Francisco Sagasti.

Las calles están furiosas por el presidente por el que votaron y que los ha defraudado al ver que siguen siendo pobres “en un país rico” y notar que se ha rodeado de una manga e incapaces y sinvergüenzas –algunos de ellos parientes prófugos de la justicia–, creyendo que con su sombrerito y su pose de víctima se iba a librar de cualquier cuestionamiento. La gente ya no se cree el cuento de que el alza de los precios y las acusaciones de corrupción son inventos de “la derecha” o de “los monopolios”.

El mandatario debería preocuparse por la calle caliente, pero también por el Congreso, pues desde el momento mismo en que sea absolutamente impopular el apoyar a un régimen rechazado como el de Castillo, hasta los incondicionales de Juntos por el Perú, Alianza para el Progreso, Podemos, Somos Perú, Partido Morado y “Los niños” de Acción Popular, le darán la espalda y se convertirán en sus peores críticos. Ellos no van a permitir que las piedras también caigan sobre ellos.

El profesor se equivoca si cree que estos congresistas le van a ser leales hasta el final. Si la gente sigue como hasta hoy reclamando en las calles, “Los niños” y los ahijados de Verónika Mendoza, Marco Arana, César Acuña y José Luna serán los primeros vacadores. De ninguna manera se van a inmolar por el profesor que sin duda va a terminar muy mal y que prefiere irse a inaugurar campeonatos deportivos o a inaugurar colegios, antes de darle la cara al “pueblo” que tanto menciona.