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Al Tribunal Constitucional le tomó un par de meses darse cuenta de que la ley que le encargaba -junto a otras instituciones- integrar el Consejo para la Reforma de la Justicia comprometía su autonomía e independencia. Les tomó todo ese tiempo a los magistrados de la “Casa de Pilatos” llegar a la certeza jurídica de que podrían quedar “en la penosa circunstancia" de participar en la elaboración de normas que podrían terminar cuestionadas por inconstitucionales ante ellos mismos a través por ejemplo de acciones de inconstitucionalidad o de garantía. El presidente del TC ha dicho que no les pueden obligar a participar del Consejo para la Reforma del Sistema de Justicia, dejando en incómoda posición a los otros miembros, algunos de los cuales podrían alegar la misma razón para esquivar el encargo.

Después de haber participado activamente y constatado el fracaso del proceso de selección para la JNJ la decisión de esta semana parece obedecer a razones políticas y antes que a las legales que por cierto ya abrieron un debate para el deleite de los abogados. La manera en la que los gruesos errores del proceso hicieron evidentes las dificultades de la norma los lleva a alejarse y a otros arreciar en las críticas de los últimos días. Esos distanciamientos parecer dejar en claro que el asunto ya cumplió el objetivo para el que fue ingresado en la agenda nacional y no parece tener ya el atractivo político que en su momento obligaba a dejar de lado las objeciones técnicas que hoy parecen descubrir hoy. Los penosos resultados del proceso en el que ellos mismos participaron con entusiasmo en la línea del voluntarismo de los meses precedentes deja ahora en duda el futuro de la necesaria reorganización del sistema de justicia. Huérfana desde un comienzo del consenso político necesario y técnicamente perfectible sus impulsores obviaron la tarea de convencer para privilegiar el tempo político. El proceso no atrajo a profesionales destacados del derecho y el único que aprobó tenía anticuchos que la comisión no vio. Quedará como una penosa anécdota en la que hemos invertido más de seis meses. El próximo mensaje de fiestas patrias debe reparar en esta realidad y proponer las vías de solución y los puentes necesarios para asegurar el éxito de la reforma sin que nadie quite el cuerpo.

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