Su rol de vocero del presidente Pedro Castillo y de su precario gobierno, le está pasando factura al ministro de Cultura, Alejandro Salas, quien en lugar de estar haciendo gestión en su sector -que es el llamado a proteger nuestro rico patrimonio histórico y cultural-, se ha dedicado a cumplir el patético rol de escudero incondicional y de defensor de lo indefendible del régimen de Perú Libre, siempre caracterizado por su ineptitud y sus manchas de corrupción.

Lo sucedido en Kuélap es imperdonable, pues hubo más de una advertencia. Está claro que los problemas estructurales del recinto no vienen de ahora. Pero una gestión ministerial enfocada en lo suyo y no en tratar de defender un gobierno que se cae por sí solo, pudo hacer mucho para evitar la situación que todos los peruanos hemos visto en la región Amazonas, y que no se soluciona con viajes tardíos ni con mensajes en redes sociales que más parecen una lavada de manos.

Lamentablemente tenemos un Ministerio de Cultura abandonado a su suerte por más que a su alrededor se hayan encendido fuegos artificiales con un anunciado cambio de nombre de los más absurdo e demagógico. Lo vimos inicialmente con el nombramiento como ministro del excandidato presidencial Ciro Gálvez al inicio de la gestión del profesor Castillo, pese a su absoluto desconocimiento del sector y a sus dudosos antecedentes.

Pero hay más. En tiempos de Martín Vizcarra el Ministerio de Cultura era el encargado de regalarle la plata a Richard “Swing” a cambio de charlas y conferencias sin valor alguno, gracias a su amistad con el entonces mandatario. Supuestamente, “después de 200 años” el gobierno del profesor chotano iba a remediar estas taras con un ministerio hasta con nombre nuevo. Sin embargo, todo ha resultado un tremendo fiasco. Lo de Kuélap es una muestra.

El Congreso no puede quedarse de brazos cruzados luego de lo sucedido en la región Amazonas durante la gestión de un personaje que está dedicado a cualquier cosa antes que a proteger nuestro patrimonio. El Poder Legislativo tiene que hacer su trabajo de control político a través de una interpelación o quizá una censura contra el ministro Salas. La función pública no se hace con palabreo ni floro barato, sino con trabajo serio que dé resultados.