Es difícil hablar de políticas de izquierdas y derechas en provincia. Desde la universidad, el instituto o, sencillamente, la calle se habla de la lucha social, de los más pobres, de los ricos explotadores, de la masa trabajadora, todo lo que implique la rebeldía del ser humano contra la opresión y la crítica a Lima, la capital. Más que conciencia roja, es de resentimiento por lo poco que nos toca y lo mucho que otros se llevan.

Cuando llegamos a explorar un trabajo dejamos un poco ese discurso de universidad nacional y comenzamos a ver las cosas ya no desde abajo sino desde el peldaño medio. Algunos cambian, otros siguen con la cantaleta de sus orígenes. La gran mayoría nunca estuvo en la extrema pobreza, sino en la clase media baja aspirante a centro y por qué no, alta. Comenzamos a ver el tránsito de nuestras vidas y las ideas van madurando.

Sin embargo, nunca elegimos a una autoridad por su ideología zurda o diestra, sino al buen vecino de la región o la provincia. Muchas veces le damos el galardón del cargo público sin analizar cómo piensa el candidato, sino que nos caen a pelo. Está bien que un alcalde o gobernador regional no aplique políticas financieras como lo hace un presidente, pero deberíamos empezar a votar sabiendo el racionamiento del postulante. Solo así reduciremos nuestras frustraciones.

Lo que pasa es que, como empezaba esta columna, el discurso socialista cautiva a quienes menos tienen -en dinero y edad- y quieren poseer un poco más con su trabajo y dedicación. Siempre vemos aspirantes a alcaldes y gobernadores que prometen darnos una mejor vida desde su óptica de izquierda, llenando la calle de labor social, obras de caridad y subvenciones sin medida, pero terminan administrando para sus bolsillos.

Nos pasa algo distinto cuando vamos a las urnas a elegir a un Presidente de la República. Ahí el norte es más populista que izquierdista o derechista, le sale una careta desconocida a la provincia, la de creer en un gobierno con pinta de benefactor más que uno que maneje mejor los hilos de la economía nacional. ¿Por qué cambiamos tanto? Creo que nos falta una conciencia política más definida.