El Perú, durante su historia, ha vivido hechos de gran corrupción. Ya lo advertía Gonzales Prada en su libro Horas de lucha: “El robo presenta los caracteres de una pandemia nacional (…)”. Los últimos cinco expresidentes, exgobernadores regionales y exalcaldes se han visto involucrados en procesos de investigación por hechos vinculados a actos de corrupción.

La corrupción más repugnante ejercida por la empresa brasileña Odebrecht, y sus consorciadas peruanas, se logró sobre la base de una moderna estructura que involucraba al sector privado, al poder político proveniente de elección popular y la burocracia de carrera y confianza que materializan la teoría de la “puerta giratoria”. A estos tres elementos principales hay que añadir elementos periféricos como: el papel de algunos árbitros y sus laudos, estudios jurídicos, el rol de algunos comunicadores, etc. Permitieron, durante estos últimos 20 años, viabilizar el robo sistemático de casi 60 mil millones de soles.

La pérdida de dinero del Estado por la corrupción, se traduce en falta de hospitales, médicos, oxígeno, camas UCI, vacunas y pruebas moleculares; lo cual, unido a la incapacidad de Vizcarra/Sagasti, explican las consecuencias devastadoras que vivimos. Es alarmante que durante el debate del domingo pasado no haya habido ninguna mención directa sobre Odebrecht y su futuro en el Perú.

Los resultados del grupo especial Lava Jato, son negativos. Se ha beneficiado a Odebrecht sin castigar ejemplarmente sus robos. El Barómetro de las Américas, en un estudio del año 2019, determina que más del 70% de los encuestados no confía que el sistema judicial castigue al culpable de un delito.

La omisión de Odebrecht en el debate lo hace ganador. Un candidato -ausente en el mismo-  tiene claro qué hacer con esta empresa, siendo por ello objeto de todo tipo de ataques. “Los que en el Perú marchan en línea recta se ven al cabo solos, escarnecidos, crucificados” (MGP/Horas de lucha).

TAGS RELACIONADOS