Lo que siempre se le reclamará al presidente Ollanta Humala, amén de la inacción frente a temas urgentes como la inseguridad ciudadana y el crimen organizado, es su escasa vocación para “ordenar la casa”, demostrar liderazgo y comunicar adecuadamente las decisiones del Gobierno.

La última prueba sintomática de esta falencia es el disloque entre el premier Pedro Cateriano y el ministro de Economía, Alonso Segura, por la remuneración mínima vital (RMV), más conocida como sueldo mínimo.

Para el titular del MEF, estaba en “evaluación” un incremento en la RMV y eso acarreó cierta ilusión entre la masa trabajadora; empero, el sábado apareció el Primer Ministro y enterró esta posibilidad alegando que, palabras más, palabras menos, el país no está en condiciones de tamaño gasto en momentos de frenazo económico y estancamiento financiero.

Entonces, algunas preguntas sueltas al viento son: ¿dónde está el Mandatario? ¿Por qué si la sentencia de Cateriano es la decisión del Ejecutivo el jefe de Estado no deja de jugar a las escondidas y zanja él mismo el tema, impidiendo de paso que sus ministros alimenten la noción generalizada de que todo anda de cabeza en el régimen?

Recordemos que hace poco, en la misma puerta de Palacio, los ministros armaron su recreo y, mientras Humala trataba de remendar el discurso que había dado en el Congreso, se ametrallaron con sendos “selfies”.

Y evoquemos, también, que César Villanueva abandonó la PCM precisamente por demandar un incremento en el sueldo mínimo, cosa que a Nadine Heredia no le cuadró y lo dejó sin piso.

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