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El fujimorismo intenta retener por tercera vez la Mesa Directiva del Congreso en el presente periodo parlamentario. Sin lugar a dudas, los fujimoristas tienen todo el derecho de participar y ser elegidos, pero el balance del manejo administrativo-parlamentario en lo que va de la gestión fujimorista en el Legislativo es negativo.

Por citar algunos ejemplos, aprobaron una norma para que el jefe del organismo de control interno sea nombrado por la Mesa Directiva del Parlamento que ellos manejan, y no por la Contraloría, como lo es en todas las entidades del Estado. Frente a las sospechas de corrupción en las compras sobrevaloradas y en otras innecesarias, Fuerza Popular no ha sido capaz de exigir transparencia; lo mismo en el caso de los congresistas que han adulterado sus hojas de vida y no han sido sancionados en la Comisión de Ética por el blindaje del fujimorismo. Ejemplos sobran para afirmar que no solamente han sido poco transparentes, sino que han demostrado ser autoritarios en el debate político, utilizando prácticas de los años 90 para atacar al adversario político e incluso a los mismos medios de comunicación que les son críticos.

En una república liberal, deben primar los pesos y contrapesos, donde la mayoría respeta la voz discrepante de las minorías, construyéndose de esta forma en la alternancia y el equilibrio de poderes el valor más preciado de una sociedad: la democracia.

Fuerza Popular, al imponer su mayoría congresal para elegir a la siguiente Mesa Directiva, le abre las puertas al abuso. La historia parlamentaria nos ha demostrado que la alternancia fortalece no necesariamente a las minorías, sino a la propia democracia y a la lucha contra la corrupción.