Hace varias décadas en un sector de colegios (aún hay algunos) era costumbre agrupar a sus alumnos por niveles académicos en salones: avanzado, intermedio, y con dificultades, de manera especial en matemática y ciencias naturales. Esto comenzó a cambiar por los graves problemas de estratificación social que traían consigo; pero de manera sustantiva con el aporte de Howard Gardner, quien en 1983 con su libro “Frames of Mind” rompe con el concepto de inteligencia única, sosteniendo que ésta es diversa y plural. Y es que “no podemos ser excelentes en todo ni malos en todo”.

Por eso la tendencia es el desarrollo de procesos de enseñanza-aprendizaje teniendo en cuenta la variedad potencial de las capacidades de los alumnos, y también, las particularidades socio-emocionales y cognitivo-intelectuales de los grupos etarios a los que pertenecen. Esto se ha fortalecido con el concepto de inclusión educativa, ya que los estudiantes, además, se desenvuelven en diferentes comunidades y ámbitos socio-culturales y económico-productivos.

Por lo señalado, es evidente que en la educación presencial (en los colegios) es más viable la programación y ejecución curricular en el marco de procesos pedagógicos para la heterogeneidad. En cambio, en la educación a distancia (reconociendo los esfuerzos que se vienen haciendo en “Aprendo en Casa”) es muy difícil desarrollarla con clases unidireccionales por radio y televisión. Aunque es más factible (como ocurre en un amplio sector de colegios privados) cuando se utilizan plataformas de comunicación y cooperación, así como servicios digitales donde el maestro puede interactuar al mismo tiempo con sus alumnos

Los alumnos deben tener logros esperados de aprendizaje a través de sistemas educativos de calidad e inclusivos que brinden igualdad de oportunidades a todos. Por eso, es un desafío que la educación a distancia -con sus limitaciones- avance hacia una pedagogía para la diversidad.

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