Descomposición
Descomposición

Tía María no es un problema aislado. Hemos ascendido un escalón en la descomposición política e institucional. El Presidente pronuncia un esperado mensaje que no define nada y, más bien, exacerba ánimos al dejar a la gran empresa la tarea de apagar la hoguera ardiente que es Tía María. Como autoridad máxima aparece el presidente de la Southern, quien anuncia una pausa de dos meses que no devolverá la confianza y la legitimidad melladas de políticos y del Gobierno.

Porque el contexto de este conflicto -y de la clamorosa violencia que ha dejado lamentablemente muertos y heridos- está marcado por instituciones bajo fuego. Con una inédita destitución de un fiscal de la Nación, la de Carlos Ramos Heredia, mientras está en espera la de José Peláez Bardales, otro exfiscal supremo. El Legislativo suspende a cuatro de sus miembros por manejos antiéticos o inmorales. El Poder Judicial tiene a uno de sus exsupremos entre rejas por integrar la mafia de Orellana. El Ejecutivo está investigado por los escándalos de los pañales en el Ministerio de la Mujer y de las ambulancias mal calificadas en el Ministerio de Salud. Está por aterrizar Martín Belaunde Lossio, empresario y socio político, cuyos nexos con la “pareja presidencial” son conocidos.

Quedan 13 meses al Gobierno, pero la desconfianza en los actos y decisiones presidenciales crece. Su mensaje no convenció. Los rumores de cierre del Congreso siguen corriendo sin ser desmentidos a pesar de su extremada toxicidad cuando se requiere más que nunca de estabilidad y transparencia, valores seriamente deteriorados que Humala afirma defender. Tía María ha escapado a la definición del Gobierno, pero vienen otros Tías Marías. Lo peor es dejar avanzar las posiciones irreductibles e ideologizadas para que hablen solo a los fusiles. ¿Hay forma de mejorar el ambiente político y social entre el espionaje masivo, la desconfianza frente a instituciones en descomposición, los exabruptos presidenciales, los rumores desestabilizadores y la violencia sin control? Ojalá la hubiera. Lo peor es que los ciudadanos dejen de reconocer al gobernante, porque ello sería la antesala de la pérdida del poder. Debe escuchar el reclamo de un adecuado manejo político, que deje de hacerse el distraído mientras el país se descompone. Estamos peor que ante la bronca de la ropa donada, que fue la antesala del 5 de abril de 1992. Cuidado.

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