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Simplemente, están jalados. Es lo que el ciudadano piensa, siente y opina sobre el trabajo que desempeñan los diferentes integrantes de los partidos en el Congreso de la República. Eso se refleja en los últimos estudios divulgados a inicios de semana, donde claramente sobresalen los valores negativos de la gestión de los legisladores.

Ningún partido, sin excepción, supera la nota aprobatoria y ese rechazo en la percepción de los peruanos aumentó en los últimos años.

Esta negativa opinión es resultado del afán de figuretismo de nuestros “padres de la patria” (mal llamados así), quienes están envueltos en más escándalos que en acciones positivas.

Son contados los políticos que se salvan de ese concepto. En el sentir popular, especialmente del sector C, el descontento es mayoritario.

En medio de esta ola de rechazo al Parlamento, de nuevo está en agenda el planteamiento de la bicameralidad y por las condiciones parece ser que es un mal momento para su debate; sin embargo, es impostergable el inicio de dicha discusión para llegar a proyectos viables de la postergada reforma electoral.

Revertir la mala imagen del Legislativo es desafío de cada uno de sus integrantes, quienes deben ponerse la mano al pecho y cambiar, expectorando a sus colegas que estén inmersos en actos cuestionables y no blindándolos como pasa durante las últimas semanas, pese a existir pruebas contundentes.

En breve se renueva la junta directiva y, de acuerdo con ello, se sabrá si hay intenciones de trabajar por un Congreso sólido y transparente, frustrado sueño de los peruanos que eligieron a cada uno de sus 130 representantes.

El objetivo es tener instituciones sólidas y comprometidas con la transformación del país; en este caso, con un Poder Legislativo que elabore normas que ayuden a mejorar, con acciones efectivas y menos protagonismos individualistas o partidarios, que tanto daño han hecho durante las últimas décadas.