Desde que el mundo es mundo, la culpa la tiene el otro
Desde que el mundo es mundo, la culpa la tiene el otro

Se dice que cuando uno llega a la madurez lo hace cargado de experiencias y eso ayuda a tomar una perspectiva mucho más serena, se elimina lo inútil y se queda con lo esencial.

A la luz de esta realidad, el presidente Ollanta Humala no llega aún a la etapa de la madurez. No solo por sus actos sino por sus dichos. Y parece que retrocedió hasta la adolescencia, esa etapa en la que quiere desligarse de todo lo que lo rodea. "Por mí le doy de baja a todos esos generales, pero tengo que cumplir normas", dijo hace poco el mandatario, luego de conocerse la escandalosa custodia policial a Oscar López Meneses, relacionado con la red de corrupción de Vladimiro Montesinos. "Deslindamos totalmente con ese delincuente, con esa basura", agregó.

Aquí no hay novedad, desde que el mundo es mundo la culpa la tiene el otro. El presidente, demostrando que tiene agallas para decir todo lo que pasa por su mente, por arrebatado que pueda parecer, se mandó con todo para sentirse más limpio, luego que le había salpicado barro. Levantó la voz y más que valiente , pareció bravucón, pero es comprensible esto en una tarea signada por la urgencia y los imprevistos.

Ollanta Humala se manifestó sobre el caso López Meneses desde su posición de poder, sintiéndose facultado para controlar la crisis y mantener un orden que consideró alterado. Cuando según él, la ruta se desvía, piensa : "esto lo arreglo yo". Sin embargo, hasta ahora no reivindica nunca un error, le falta autocrítica.

Es cierto, sus compañeros en el gobierno no dan la talla y no tiene ministros o congresistas decisivos, aquellos al que agarrarse en los momentos claves, en los sucesos críticos. Es cierto, muchos están en el escalafón de los adornos, pero eso no le quita responsabilidades al presidente.

Al presidente no se le puede exigir brillantez intelectual, tampoco manejo político y mucho menos liderazgo. Ya sabemos de sus limitaciones. Sin embargo, debe saber lo básico. Tiene que ser un conocedor de la calidad humana, una virtud que solo se adquiere por instinto. Su éxito no se deberá tanto a la inteligencia como a su olfato natural para rodearse de colaboradores de gran valía, honestos y trabajadores. Y aquí también parece que falló. De lo contrario, no hubiera tanto escándalo en torno a su gobierno.

Y como la política es un escenario en el que todo vale, menos pasar desapercibido. Ante esta coyuntura advresa para el gobierno, Alberto Fujimori sigue dando declaraciones a la prensa. Para mantener la rentabilidad de su show, hace creer que es la reserva moral del país, utilizando su timbre de voz de charlatán de plazuela. Y en cada mensaje quiere anular su pasado. "El presidente Humala tiene que aclarar. Si esto lo sabían los mandos policiales, ¿cómo entonces no lo van a saber en Palacio?". Cuidado señor Fujimori, no sea tan temerario. Con esa misma lógica, usted debió saber todo sobre la matanza en Barrios Altos.