Los peruanos tenemos un problema, y grave: No solo la disyuntiva de golpearnos la cabeza cada cinco años preguntándonos “cómo llegamos hasta aquí” sino también, reflexionando sobre nuestro comportamiento ciudadano individual: analizando cómo es que votamos tan mal; haciendo un recuento de cuánto hicimos desde donde nos tocó estar y cuánto luchamos por mejorar la gestión de nuestras actividades para beneficio de los demás. Hoy, nos preguntamos consternados ¿Cómo es que llegamos a una coyuntura política tan oscura e inhóspita como la que estamos viviendo?
Nueve meses después de tantos desatinos, de un récord lamentable de cuatro gabinetes ministeriales en dicho lapso de tiempo y del deterioro y descomposición acelerada de nuestro crecimiento y desarrollo, el sector privado se puso de pie de manera masiva, abrazado por el hartazgo de tanta insensatez, en un escenario perfecto: el damero comercial de Gamarra en el distrito de La Victoria, desde donde lideres y representantes de la micro, pequeña, mediana y gran empresa de todos los sectores, alzaron su voz en contra de la inestabilidad que genera un gobierno sin brújula, que petardea e incendia las instituciones públicas sin piedad, que copa todos los sectores con personajes cuestionados, carentes de preparación o experiencia para cargos delicados y cruciales y que genera desconfianza, inestabilidad, ahuyenta la inversión y amenaza el poco empleo formal que tiene nuestro país. ¡Nos cansamos todos! El pueblo que Pedro Castillo dice defender, los ciudadanos del Perú, pensamos que su gobierno es un derroche de inestabilidad, que no ha comprendido su rol como presidente y que su intención es copar las instituciones del Estado y construir un gobierno autoritario, inspirado en teorías marxistas que han fracasado en el mundo e inspirado a países como Venezuela o Cuba, repletos de pobreza e inequidad. Toda forma de poder autoritario, escondido bajo el manto de la bandera comunista, ha desaparecido del mundo civilizado. Solo el 19% de la población a nivel nacional “aprueba” a este gobierno, según reciente encuesta de Datum; pensar que todo está “bien” no solo es una impertinencia sino también una afrenta contra la democracia de nuestro país. Que está polarización extrema que hoy nos agobia y nos asusta, nos golpee fuerte y traiga de una buena vez a la realidad: o cambiamos todos o esto no dará para más. No condenar a un gobierno fallido, corrupto, que enfrenta permanentemente a los peruanos entre sí, porque fue elegido “democráticamente” es tan igual o peor que no condenar a un esposo que golpea a su esposa, porque se casaron voluntariamente. ¡Despierta, Perú!