Es evidente que las malas artes utilizadas por el partido Perú Libre en la segunda vuelta electoral (¿y también en la primera?) impugnando gran cantidad de actas de las regiones en las que Keiko Fujimori obtiene una apreciable ventaja sobre Pedro Castillo; imponiendo a los miembros de mesa en aquellas localidades en las que tiene mayor influencia para asegurar el voto a favor de su candidato (en muchos casos, incluso, al 100%) y hasta suplantándolos (casos debidamente comprobados por la falsificación de sus firmas en las actas de instalación, de sufragio y de escrutinio), han contribuido a que los votos del candidato comunista estén por encima de los de la candidata demócrata, que lo pone a un paso de ganar las elecciones presidenciales, violentando la voluntad popular.

La temeridad con la que ha actuado el partido Perú Libre para torcer los resultados electorales, no nos deja ninguna duda de lo que son capaces y, envanecidos por su eventual triunfo, retomarán sus propuestas políticas primigenias de instaurar el marxismo, para lo cual convocarán, irremediablemente, a una Asamblea Constituyente, la que piensan controlar desde su génesis manipulando los mecanismos electorales acorde a sus propis intereses. Ya lo dijo en campaña su congresista electo Guillermo Bermejo, para quien la participación de los partidos políticos en la elaboración de una nueva constitución, será solo en un 50%, “la otra mitad, tendremos que dársela a los gremios, campesinos, sindicatos, jóvenes organizados, mujeres organizadas, comunidades, pueblos originarios”. Mediante métodos coercitivos aprendidos del Foro de Sao Paulo impondrán a los representantes de dichas colectividades, dictarán una Constitución a su medida y, a partir de allí, no perderán ninguna elección que convoquen, como sucede en Cuba y en Venezuela.

De concretarse esta situación, las condiciones políticas, económicas y sociales del Perú entrarán en un franco deterioro que se tornarán irreversibles si las fuerza democráticas no hacen un último esfuerzo para neutralizar las intenciones de Castillo/Cerrón de implantar el comunismo en el país.