Ni en Semana Santa se calman las circunstancias en nuestro país. En días que deben ser de sosiego y servir para la reflexión, en el Perú continúan los sobresaltos y las protestas. Ayer una huelga de los controladores aéreos dejó a cientos de pasajeros varados generando caos en los aeropuertos de todo el país y golpeando fuertemente al turismo, justo cuando se estaba recuperando. Con esto solo se demuestra que el Gobierno no sabe lidiar con los problemas de diversos sectores de la población. Es evidente que el presidente de la República no se da cuenta de la dimensión de las dificultades que debe superar todos los días. Su incapacidad lo delata. Ello solo defrauda las expectativas de mucha gente que confió y votó por él.

Los reclamos de los peruanos se van intensificando. Primero fueron los transportistas y agricultores los que optaron por una medida de fuerza. Si esta escalada continúa es previsible el desarrollo de una convulsión social. Nadie lo quiere, pero de alcanzar estos contornos, ya no bastará que Pedro Castillo se victimice y responsabilice a otros de su mala gestión. Lo ideal es que en estas horas de meditación e introspección lo lleven a adoptar un criterio en beneficio del bien común de los peruanos. Si llega al punto de comprender que él es el problema, solo se pondrá a la altura de lo que piensa la mayoría.