La presidenta Dina Boluarte destacó ayer que durante su primer año al frente del Gobierno, se enfocó en prioridades nacionales cruciales, tales como la seguridad ciudadana, la estabilidad económica, el acceso a agua potable y la reducción de disparidades en infraestructura, salud y educación. Aunque es alentador escuchar un compromiso con estos temas fundamentales, es necesario cuestionar la eficacia real de estas intenciones y evaluar la falta de autocrítica en su discurso.
Cuando el balance hecho por la mandataria se pasa por el tamiz de la objetividad todo lo dicho queda desvirtuado. Pareciera que viviera en otra realidad. Por eso, la mayoría de ciudadanos no la apoya. No en vano, la desaprobación de Boluarte bordea el 85%, según todos las encuestas. Y no solo eso, de acuerdo al último sondeo de Ipsos Perú, el principal personaje negativo de nuestro país en el 2023 es la presidenta de la República con el 49%.
Es evidente que la gente no percibe que las medidas implementadas por el Gobierno, para abordar los problemas fundamentales, hayan funcionado. Más allá de la mera declaración de prioridades y las buenas intenciones, estas no se traducen en acciones concretas a favor de la población.
Por otro lado, es cierto que Boluarte recibió un país al borde del abismo, marcado por la parálisis debido a la ineficiencia y la corrupción, pero sería bueno que reconozca que ella reconozca que fue parte de ese Gobierno tal lamentable y nunca se le escuchó un mea culpa.