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La gran interrogante de las elecciones de hoy en España no es sobre quién las ganará, sino por el número de escaños que obtenga cada partido y en qué posición quedan para negociar acuerdos y la formación de gobierno, una tarea hasta ahora imposible para un Pedro Sánchez empecinado en ganar por primera vez unas elecciones y dejar el interinato en un país de cada vez más inestabilidad con una media de una elección por año en los últimos cuatro.

Las encuestas muestran un Partido Socialista obteniendo más escaños: unos 139 en el escenario más optimista (lejos de los 176 necesarios para gobernar solos), mientras el Partido Popular podría estar entre 90 y 111 representantes. Ello hizo que la gran discusión de la campaña haya sido cómo coquetear con otros para las necesarias coaliciones y últimamente quién se ofrece como la opción de gobernabilidad.

Desde hace un tiempo, el bipartidismo español ha ido en declive en los extremos de izquierda y derecha por una menor identificación de sus ciudadanos y la irrupción de nuevas formaciones o movimientos populares, como el que dio inicio a Podemos. Las encuestas arrancaron bien para estas nuevas formaciones, pero poco a poco la intención de voto se ha ido refugiando en los partidos tradicionales, alejándose de los llamados populistas y de las propuestas antisistema que cuestionan los consensos constitucionales que dieron estabilidad y de las que claramente pugnan una partición del país. De darse una dispersión, estos grupos verán ganar su importancia y peso en las negociaciones, y a ellos precisamente apunta Sánchez, quien cerró su candidatura en Barcelona, escenario reciente de las protestas separatistas.

La partición de la derecha entre PP y Vox parece una ventaja para un acuerdo alrededor de Sánchez, pero habrá que esperar, sin embargo, los resultados. Varios estudios vaticinan que Vox logrará un tercer lugar en la general, relegando a Unidas Podemos a un cuarto puesto y a un deslucido Ciudadanos.

España es el más importante de los escasos países europeos con un gobierno de izquierda, y en la política española la tendencia del partido gobernante marca una agenda muy distinta de su contraparte y marca una diferencia significativa con respecto a la intensidad y a los temas que marcan su relación con América Latina.