GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

A lo largo de toda la historia, muchas de las mayores fortunas o patrimonios privados han querido permanecer en la sombra. Su necesidad de ocultarse a través de testaferros o sociedades interpuestas no es por motivos criminales o ilegales necesariamente, sino para conservar la discreción y su continuidad institucional. Por eso, la mera existencia de testaferros o mandatarios es completamente legítima y puede ser incluso una útil herramienta mercantil. Sin embargo, cuando son utilizadas para fines ilícitos, estas figuras son criminalizadas. En el caso de la megacorrupción de Odebrecht, todo confirma que la empresa brasileña dio dinero a las campañas de los principales políticos peruanos y realizó pagos irregulares a los mismos a través de las personas de confianza de estos políticos. No hubo entregas directas, pero sí beneficiarios. Como se sabe, para que la figura del testaferro funcione, debe existir un Dominus (el interesado real de la relación para-jurídica), quien logra encontrar un testaferro idóneo (el que gracias a su apariencia formal logra esconder el negocio que se pretende ocultar). El Dominus no aparece en ningún papel o registro. Sin embargo, es el que toma todas las decisiones. Tal parece que Susana de la Puente, Jaime Yoshiyama, Luis Alva Castro, Luis Nava, Josef Maiman, entre otros, no eran sino los canales a través de los cuales el dinero ilegal era canalizado. Si eso es así, a todas esas personas les esperan procesos donde la verdad tendrá que salir a la luz.