Don Armando
Don Armando

Ing. Julio FavreSeguramente si yo hubiera conocido a Armando Villanueva hace 50 años, cuando él era un revolucionario, lo hubiera detestado. Mis padres me contaban que Villanueva tenía fama de ser un "búfalo" temible. Lo conocí hace apenas 10 años, en el 2003. Yo era presidente de la Confiep y el gobierno de Toledo había propuesto una nueva Ley de Trabajo, con la obligatoriedad de la jornada laboral de 8 horas. Cuando los periodistas preguntaron mi opinión, les dije que esa era una propuesta fuera de lugar, puesto que la ley de la jornada de 8 horas existía desde hace 40 años y lo que el Gobierno debería hacer es exigir que se cumpla la ley existente. Por supuesto, los titulares de la prensa fueron: "Presidente de la Confiep no está de acuerdo con las 8 horas". Armando Villanueva, que siempre fue belicosamente franco, expresó ante estos titulares: "Lo que pasa es que Favre es un troglodita". Los periodistas, buscando la confrontación, pidieron que le responda, pero solo les conteste que yo "respetaba mucho a los ancianos".

Un amigo mío, que también lo era de Villanueva, me llevó a su casa y tuve la oportunidad de explicarle el malentendido. Se rió y me dijo: "Estamos a mano, porque tú me has tildado de ancianito". Estuvimos hablando de economía y de política por más de una hora... Me impresionó su cordialidad y su sentido del humor.

Pasaron los años y volví a encontrarlo en el 2007 en Palacio de Gobierno, cuando me nombraron en Forsur y volvieron las primeras planas maliciosas y la crítica de muchos políticos, incluyendo los apristas. Don Armando se me acercó y me dijo: "Julio, no haga caso usted de la bulla, así es esto". Me dio la mano y me recordó el episodio del troglodita riéndose. Así era este viejo-joven, que fue ejemplo de valentía, lealtad y bonhomía.

Ayer Alan García respondió por correo mis condolencias por la muerte de Villanueva. "Gracias, Julio, al final Armando se convirtió en fan tuyo", me dijo.

Desde esta columna, mi homenaje a un hombre que no tenía odios, que es el mal de muchos políticos.