Un amigo mío, que también lo era de Villanueva, me llevó a su casa y tuve la oportunidad de explicarle el malentendido. Se rió y me dijo: "Estamos a mano, porque tú me has tildado de ancianito". Estuvimos hablando de economía y de política por más de una hora... Me impresionó su cordialidad y su sentido del humor.
Pasaron los años y volví a encontrarlo en el 2007 en Palacio de Gobierno, cuando me nombraron en Forsur y volvieron las primeras planas maliciosas y la crítica de muchos políticos, incluyendo los apristas. Don Armando se me acercó y me dijo: "Julio, no haga caso usted de la bulla, así es esto". Me dio la mano y me recordó el episodio del troglodita riéndose. Así era este viejo-joven, que fue ejemplo de valentía, lealtad y bonhomía.
Ayer Alan García respondió por correo mis condolencias por la muerte de Villanueva. "Gracias, Julio, al final Armando se convirtió en fan tuyo", me dijo.
Desde esta columna, mi homenaje a un hombre que no tenía odios, que es el mal de muchos políticos.