Dos mundos por encontrarse
Dos mundos por encontrarse

Esta semana tuve la oportunidad de impartir un curso de políticas públicas y responsabilidad social por gentil invitación de la Universidad San Ignacio de Loyola, en el marco de un programa de capacitación en gestión pública a más de sesenta técnicos de la Marina de Guerra, al que se sumaron algunos otros de la FAP y del Ejército, todos ellos con un mínimo de veinte años de servicio y la mayoría en el rango de edades de cuarenta a cincuenta.

Quedé gratamente sorprendido no solo de la calidad de las intervenciones y de la motivación de todos ellos -a pesar del cansancio y del horario- sino también me llamó la atención cómo sus experiencias en el ámbito militar les permitía hurgar en zonas grises y poco claras de la problemática pública, algo que me exigió a entrar a tocar temas siempre escabrosos, pero necesarios de debatir y plantear en el ámbito académico, y que muchas veces, con los civiles nos cuesta confrontar en una clase.

Esta experiencia me hace reflexionar sobre lo mucho que tienen los militares para aportar en la cuestión pública. La adecuada formulación e implementación de políticas públicas exige visión prospectiva, estrategia, disciplina, cuidado de los recursos disponibles y mecanismos de ajuste temprano, elementos que constituyen parte de la espina dorsal de la cultura militar. Si a esto se le añade la familiaridad del militar con la geopolítica -algo que pocos civiles conocen- debemos concluir que la gente de uniforme tiene ventajas competitivas para las cuestiones de la política.

Tal idea colisiona con ese lugar común que es considerar que los militares solo sirven para las armas y la guerra, porque la arrogancia del mundo civil nos prejuzga para pensar que no pueden más. Se les ha cargado la mano también en esto, fruto de intereses ideológicos que los han querido minimizar. Bastaría ver a tantos militares enjuiciados o encarcelados, mientras muchos terroristas contra los que lucharon salen libres.

Hay que hacer un trabajo de recomposición de la moral de las Fuerzas Armadas y parte de eso es fortalecerles sus capacidades en áreas distintas a la carrera militar. Y en particular, en profesiones vinculadas al quehacer público. Aquí también hay que derrumbar mitos y es tiempo de que civiles y militares se encuentren en el propósito supremo de conducir al país hacia el desarrollo, emprendimiento enorme donde no sobra ni puede sobrar nadie.

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