Como en la vieja novela de Stevenson, Ollanta Humala y el Partido Nacionalista podrían tratarse de un solo individuo que desdobla su personalidad primero en función de su propia voluntad, pero posteriormente por un descontrol derivado de haber perdido el antídoto que él mismo creó para poder manejarse.
Ollanta, o Dr. Jekyll, ha enfatizado durante la segunda vuelta, y ratificado después de su elección, su voluntad de administrarse con espíritu democrático, preservando el Estado de Derecho y los equilibrios que generan las instituciones autónomas, y garantizando el respeto al modelo económico que heredará de sus antecesores. Para generar confianza, recibió en su búnker del Hotel Los Delfines de San Isidro a representantes de distintos partidos políticos, aliados y de oposición, y a delegaciones de empresarios que llegaron sudorosos y asustados tras la estrepitosa caída de la Bolsa de Valores al día siguiente de la elección. Todos salieron más tranquilos y con una sonrisa que anunciaba y transmitía calma al resto de la población.
De igual forma, sus primeras entrevistas y la gira iniciada a diversos países de Sudamérica, ratificaban el mensaje de afianzar la amistad con todos sin comprometer ideológicamente el desarrollo político, social y económico de la nación a modelos populistas y antidemocráticos como los utilizados por sus más afectuosos amigos del continente.
El Partido Nacionalista, o Mr. Hyde, por su parte, ha desplegado su propia personalidad. A la Comisión de Transferencia ha incorporado a personajes vinculados al Humala de la primera vuelta, populistas y radicales, enemigos de la inversión privada y de la competitividad y, por tanto, generadores de desconfianza. Para recibir el estratégico Ministerio de Energía, de cuyas actividades el Estado recauda la parte más importante de sus ingresos, ha encargado a Manuel Dammert, lo que imagino habrá crispado los nervios de los privados vinculados al sector. En Educación, representantes del SUTEP acompañarán el traspaso, ávidos de cobrarse la revancha por las evaluaciones y por la Ley de Carrera Magisterial que, contra su voluntad, han logrando enrumbar una verdadera transformación de la educación pública.
Y su bancada en el Congreso, cuándo no, se encargó de poner la cereza en la torta bloqueando a grito limpio y promoviendo transfuguismos, que se elija un Defensor del Pueblo independiente del próximo gobierno y, por tanto, garante del equilibrio interinstitucional y del respeto a los derechos ciudadanos.
La muerte los alcanza al perder Jekyll control sobre Hyde. ¿Se repetirá la historia?

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