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Las pugnas por la hegemonía económica entre los Estados Unidos de América y la República Popular China no tienen cuando acabar. La manera más letal para golpear uno al otro ha sido elevar los aranceles a las importaciones. ¿Qué significa eso, amigo lector? Pues que todo lo que ingresa a EE.UU. procedente de China y todo lo que ingresa a China procedente de Washington deberán pagar más impuestos. Así de simple, pero también de complejo por sus repercusiones. En lo que se ha venido a denominar “guerra comercial” lo más visible ha sido que la Casa Blanca haya anunciado aranceles de 10% a los productos chinos importados por cerca de 200,000 millones dólares. Zhongnanhai -complejo residencial del gobierno chino- por supuesto que no se ha quedado de brazos cruzados y, en las últimas horas, ha decidido también un aumento en los aranceles por 60,000 millones de dólares. El mercado chino ha penetrado abrumadoramente en el hegemón del mundo y esa sola realidad lo impacta en menoscabo. Los países en las últimas décadas han invertido gran parte de las estrategias de sus políticas exteriores en lograr relacionamientos comerciales con los demás Estados del planeta, donde la tendencia ha sido y sigue siendo la apertura de mercados con miras a concretar tratados de libre comercio con la idea de liberalizar el comercio llegando a cero aranceles, es decir, sin ellos. Eso es lo que han estado procurando los bloques en distintas partes del mundo. Mientras esta tendencia comenzó a prosperar firme, fueron surgiendo en modo unilateral ciertos proteccionismos como el impulsado por la administración Trump. La guerra ha sido mutuamente declarada y se van a menoscabar de todas maneras. Sigo creyendo que China, aunque está en una mejor etapa de su vida económica internacional -posee la calidad de mayor acreedor de la deuda estadounidense en el mundo-, podría sentir los mayores efectos de esta guerra en la medida que EE.UU., aunque resulte insólito, cuenta con una mayor amplitud de recursos, no solo financieros, dada su poderosa condición mundial. Los obstáculos de Washington a Beijing y los de Beijing a Washington van a continuar, pues se trata de un asunto de hegemonías.