La idea de Donald Trump de que EE.UU. postule a un nacional como candidato para presidir el Banco Interamericano de Desarrollo - BID, ha provocado una abrumadora reacción de rechazo pues desde la fundación (1959) de este importantísimo organismo financiero, promotor de proyectos de desarrollo de los países, con sede en Washington, sus presidentes -aunque sin nada escrito que lo respalde, sino una importante práctica aceptada por todos sus miembros (que no es opinio iuris, propia de la costumbre internacional, que es fuente del derecho internacional), dado que dicha práctica no supone una obligación en su cumplimiento, sino, en cambio, un acuerdo tácito sin oposiciones, que es distinto-, han sido nacionales de los países de América Latina, en la idea de mantener, por lo menos de manera visible, el equilibrio indispensable en la distribución del poder en el sistema internacional. Eso pasa también con la Organización de las Naciones Unidas - ONU, o con la Organización de los Estados Americanos - OEA. Sería burdo de que EE.UU., que es el actor internacional más poderoso del planeta, presida la Asamblea General de la ONU o de la OEA o pretenda sus secretarías generales. Visibilizada innecesariamente su incuestionable hegemonía, rompiendo la referida práctica, podría terminar deslegitimando al propio BID, al afectar por su externalizada conducta imperial, el objeto central por el cual fue creado. No siempre, entonces, es estratégico ostentar el poder, bastando con tenerlo sobre los demás. Hans J. Morgenthau, definió al poder en el ámbito de la política internacional -que es lo que más preocupó a Henry Kissinger, el gurú de la diplomacia estadounidense- como “el control del hombre sobre la mente y las acciones de otros hombres” (“Politics Among Nations”, Cuarta Edición. Nueva York, Knopf, 1967, p. 25-26). Si Trump persigue la presidencia del BID para su país, entonces, no habrá entendido las dimensiones del poder porque hasta aceptará que EE.UU. lo ha perdido -mundo multipolar- y que quiere recuperarlo, lo que sería muy peligroso para los intereses nacionales de su país.