Por las tensiones entre Rusia y EE.UU. por el asunto de Ucrania, reitero que no veo un conflicto en ciernes, tal como lo adelanté en mi columna “¿POR QUÉ EE.UU. NO RESPONDERÁ MILITARMENTE A RUSIA? (04.01. 22). Mi afirmación no pasa porque quiera emular a Nostradamus. En efecto, mientras a EE.UU. le urge rugir y reposicionarse como la superpotencia del mundo, Rusia ahora moviliza cerca de 175 mil soldados a la frontera con Ucrania para crear la idea de una inminente invasión. Sin embargo, Moscú no lo hará porque no solo teme a las fuerzas de la OTAN, que son numérica y cualitativamente superiores, sino porque sabe que su economía terminará colapsada con una guerra, aunque cortísima, realistamente costosísima.

Putin busca crear la sensación de equilibrio mundial con EE.UU., -sueña con el mundo bipolar de la Guerra Fría- que hoy no existe, porque a Rusia le sigue costando asimilar que las repúblicas de la exUnión Soviética ya no son sus feudos. Ucrania, nada temerosa de las represalias de Moscú, mira hacia Europa en las narices de Putin que enloquece de ver que Kiev se le escapa de su área de influencia. EE.UU. y Rusia, entonces, tiran y tensan la soga, pero cuidan no jalarla.

No debe ser difícil inferir de que los comportamientos diplomáticos -la reciente reunión diplomática en Ginebra del secretario de Estado, Antony Blinken, y el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov- y los movimientos militares de EE.UU. y Rusia -en la zona del Báltico y en la frontera con el Donbas ucraniano, respectivamente-, son por sobre todas las cosas disuasivas, y a ninguno conviene, en plena pandemia, desencadenar una guerra. Para Joe Biden y Valdimir Putin, será políticamente como dispararse a los pies.

Mientras a Moscú lo enerva de que Kiev solo piense en Europa, a Washington lo acorrala mostrarse mal parado si se quedara de brazos cruzados ante una inminente invasión rusa y volver a las guerras de las que salió como en Afganistán. Mientras tanto el petróleo y el gas rusos, a mayor tensión, seguirán elevándose para mejorar las arcas de su alicaída economía, y Washington negocia raudo con Qatar un plan B para suministrarlo a Europa y así -los países de la OTAN-, no quede desabastecida por un conflicto.