En la primera columna que publiqué este año, señalé que sería muy importante que durante los próximos 12 meses el presidente Martín Vizcarra asuma con mucha responsabilidad su rol de mandatario y comience a gobernar el país con acciones concretas y no con demagogia, especialmente en temas sensible y de gran demanda de atención como salud, educación, seguridad ciudadana y lucha contra la violencia hacia la mujer.

Ayer en Cusco, el presidente Vizcarra ha señalado con mucho énfasis que, por acuerdo del Consejo de Ministros, este 2020 que empieza ha sido declarado “Año de la universalización de la salud”, como una manera de darle realce a los esfuerzos que se harán desde el Estado para mejorar la infraestructura y la atención de los cuatro millones de peruanos que acaban de ser incorporados al Sistema Integral de Salud (SIS).

Lo que plantea el mandatario está muy bien. Pero insisto, cuidado con la demagogia y con andar engañando a los peruanos, especialmente a los más pobres. No se puede llamar al 2020 “Año de la universalización de la salud” si es que las cosas van a seguir como hasta hoy. De qué vale tanto nombre y tanta pompa, si los centros de salud se inundan, se caen a pedazos, no tienen camillas y sus médicos se andan escapando para ir a atender en sus consultorios privados.

Al presidente Vizcarra le queda un año y medio para cumplir su promesa de dotar a los peruanos más pobres de un sistema de salud pública digno de personas, donde a la gente no se le deje botada en un pasillo o necesite de una “vara” para que le programen una operación. Por ejemplo, ahora que estamos en verano, sería bueno preguntar al Ministerio de Salud si los hospitales y postas de Tumbes, Piura o Loreto ya cuentan con lo necesario para hacer frente a males como el dengue.

Estoy seguro que todos los peruanos desean que la promesa del mandatario se cumpla en su totalidad. Sería ideal para el país. Sin embargo, para eso hay que tener la voluntad política, hacer mucha gestión y estar en capacidad de invertir adecuadamente el dinero que se tiene. En 2019 el Poder Ejecutivo ha dado una gran muestra de sus ineficiencias en la ejecución presupuestal. En 2020 eso tiene que cambiar. ¿Se podrá? Ojalá que sí, y que no haya más demagogia.

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