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La ironía goza de un lugar privilegiado en nuestro país, en cada ámbito, en cada sector y, por supuesto, el fútbol no es ni remotamente la excepción. Hace unos días se confirmó que Universitario de Deportes había salvado la categoría. Dicho escenario fue posible en buena medida gracias a los puntos que la FPF le restó a Sport Rosario por deudas, pero también, qué duda cabe, al repunte que el equipo crema protagonizó en el último tramo del Clausura. No existe manera de restarle responsabilidad en esta situación a ese fenómeno entrañable que fue el hincha de Universitario. Caravanas que escoltaban al equipo cada vez que jugaba desde el hotel hasta la cancha, estadios repletos y aliento constante. Parecía que el hincha había renunciado a esa parsimonia que lo empujaba a apoyar a la distancia. Se rompió la barrera de la distancia, a pesar de que varios partidos se jugaron a las 8:30 p.m., en días de semana.

Es imposible separar lo que la “U” logró en la cancha de aquello que demostró en las tribunas. Con un juego que todavía no termina de cuajar y un plantel reducido, el aliento fue un factor decisivo para ese resucitar tan poético que se tradujo en racha. Los propios jugadores parecían sorprendidos ante tamaña respuesta del público y encontraron en ese detalle el soporte para dejarlo todo en el campo.

Sin embargo, el hechizo encontró un final lamentable. El punto de quiebre se dio tras la derrota ante Alianza en Matute, para el siguiente partido de los cremas, ante Municipal en el Monumental: no hubo caravana y apenas asistieron 7 mil personas. Al final, el partido lo perdieron y los pocos hinchas que se dieron cita en Ate terminaron insultando a los jugadores.

Bochornoso espectáculo el del hincha que va cuando el equipo está por perder la categoría o, en su defecto, cuando está cerca de llevarse el título. Un hinchaje selectivo que desnaturaliza lo que el aliento es y, en gran medida, lo que el fútbol representa.

Este hecho se da coincidentemente cuando el viernes último la Trinchera Norte celebró sus 30 años de fundación. Se le podrá criticar mucho al barrista, pero jamás la entrega, el aliento. No importa la posición en la tabla, lo que esté por ganarse o lo que se pueda perder, solo se trata de alentar, de estar ahí, ser parte de ese equipo. Algo de eso deberían aprender esos hinchas de momentos, son esos detalles los que también terminan haciendo que un equipo se pueda llamar grande.