Quién diría que el gobernador regional de Ayacucho sería el “mejor amigo” de tanta gente. Nunca lo vimos como un actor político importante, quizás porque nunca entendimos que debajo de la superficie es donde se cocina el asado en la política actual. Si nuestro país tuviera una clase política ideológica y responsable, tendríamos debates, batallas electorales y grandes coaliciones políticas. Pero somos una República Rolex, un país en donde politiqueros de la peor calaña llegan a un cargo público y se creen Dioses del Olimpo, sin ni siquiera saber que significa esa frase.

El caso de Oscorima hoy, es el final de otros casos donde gobernadores regionales (líderes de mafias) terminan por influir en la política nacional. ¿Cómo olvidar a Gregorio Santos y sus tentáculos en la FEP, o a César Álvarez y sus congresistas comprados, o a Cerrón y su candidato títere a la presidencia? Lo que vemos hoy con Oscorima, el amigo de todos, es el proceso más repugnante de degradación de la política peruana.

Oscorima le “prestó” varios Rolex de mujer a la presidenta Dina Boluarte y un Rolex de hombre al gobernador del Cusco, Werner Salcedo. Todo esto confirmado por boca de los propios cómplices. Pero también le “prestó” Rolex a miembros del Poder Judicial y a muchos otros personajes. ¿Hasta cuándo vamos a dejar que estos sujetos nos quieran ver la cara? ¿Hasta cuándo un criminal como Oscorima seguirá libre y gobernando una región pobre y quebrada? ¿Hasta cuándo las coimas, las dádivas y los regalitos o prestamos seguirán siendo normalizados?