GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3
GF Default - Imported ANS Video id=8fad72e5-655c-428e-943a-9ce73bbf09d3

Comprendo la indignación que nos azota estos días que, en mi caso, va mezclada con un profundo pesar. Tengo ira pero también tengo pena porque difícilmente alguien podrá decir que estos acomodos e injusticias judiciales, como también la decadencia de la acción política, nos eran inimaginables. Tampoco consuela saber que la corrupción es casi endémica en nuestro país. Si de autoridades políticas se tratase, ahí están los que están porque la mayoría de nosotros los hemos puesto allí.

Indigna y duele al mismo tiempo porque, habiendo pasado tantas cosas parecidas hace dos décadas, resulta que no aprendimos nada. También vemos que la suciedad proviene de personas con una “peruanidad promedio”. Hay de todo en cuanto a extracción social, status económico o formación académica. Esta situación tiene muchas causas y para enfrentarlas se necesitan importantes mejoras normativas, pero esto más que un problema de leyes es de personas.

Se ha citado mucho a Jorge Basadre en estos días. Lo haré una vez más para recordar lo que dijo en CADE 79: “La esperanza más honda es la que nace del fondo mismo de la desesperación”. En eso estamos, y en consecuencia no podemos perder jamás la ilusión de salir adelante con nuestro país. Por eso sostengo que, aunque este 28 de julio no estemos felices, sí tenemos el deber irrenunciable de renovar nuestro compromiso con la patria inmortal.