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Ni su triunfo en el Festival de la Canción en Viña del Mar tuvo tanta cobertura mediática para Susan Ochoa en la semana que pasó. Su renuncia como una de las participantes de El artista del año generó, como era previsible, una polémica en la que todos metieron su cuchara como les dio la gana. ¿La razón de su alejamiento? Pues la cantante considera que fue “humillada” por Gisela Valcárcel, cuando al término de su caracterización como Shakira, la animadora, en una de sus acostumbrados discursos pontificadores —innecesarios muchas veces dentro de un espacio de entretenimiento—, quiso aclarar duras críticas en redes sobre el duelo vocal en el que hizo participar a Ochoa contra Daniela Darcourt.

¿El resultado? Una perorata en la que se mezclaron papas con camotes, se dijo lo que no se pretendió y la intérprete terminó con los ojos llorosos. Que Valcárcel menospreció su carrera, minimizó las Gaviotas que trajo de Viña del Mar, que la comparó con otros, todo eso y más dijo la cantante para justificar que daba un paso al costado, que se retiraba de un espacio al que ella solita entró por su cuenta y riesgo. Porque valgan verdades, no creemos que Susan antes de firmar su contrato no supiera a qué tipo de programa estaba ingresando. ¿No sabía que la mitad de concursantes siempre son mediáticos, no cantan, ni bailan, hacen show y competirían con ella? ¿Desconocía las reglas que la obligaban a retos artísticos que no le agradaban?

El conflicto está, no sabemos cómo se resolverá, pero no hay que quedarnos en la anécdota, en un enfrentamiento más de esos que han existido siempre en los shows televisivos y que terminan arreglándose por obra y gracia del rating. ¿Se han preguntado por qué cantantes con talento como Ochoa, entre muchos otros, tienen que acudir a sintonizados realities como El artista del año, Los cuatro finalistas, Yo soy o los que aparezcan? Porque cuando tocan las puertas en TV para anunciar proyectos o difundir sus éxitos les dan un minuto y eso. Esos mismos que se mueren por que hoy vaya Ochoa para aumentar el morbo con sus declaraciones, esos se hacen los locos con ella cuando los necesita. ¿Y los indignados de redes sociales? Ojalá esos cientos de miles que sacan cara por ella compraran la entrada para sus conciertos o el disco que ofrece. Hay mucho por hacer para que nuestra industria musical crezca, es tarea de todos. Más talento, más trabajo, más apoyo, menos drama.

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