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El canciller Ricardo Luna no ha hecho nada para contener la avalancha de críticas internacionales al indulto humanitario concedido por el presidente Kuczynski a Alberto Fujimori. El secretario general de la OEA, Luis Almagro, congresistas estadounidenses y hasta la propia ONU, haciendo errado eco a la Corte IDH, han expresado su preocupación. ¡Mucho cuidado! ¿De qué vale que los académicos, nos guste o no, hallamos explicado objetivamente el sustento jurídico-político del indulto si la comunidad internacional no ha sido cabalmente informada por nuestra diplomacia? La constitucional medida no basta con serla sino también debe parecerla. Sin reflejos, Torre Tagle no instruyó a nuestras Misiones en el exterior para informar a la opinión pública internacional, que ha terminado colgándose de las ONG dizque promotoras de los derechos humanos. Hasta el poderoso e influyente semanario británico The Economist ha dedicado su reciente editorial para encimar al Perú por el indulto a Fujimori. PPK debe separar su amistad de larga data con Luna y cambiarlo, teniendo presente que el ministro lo dejó solo en los aciagos días de la promovida vacancia, ya superada, al no secundarlo en el pedido a la OEA de enviar observadores que siguieran el proceso de su juicio político. Luna no ha demostrado capacidad política. En la XV Cumbre Presidencial Iberoamericana de Cartagena de Indias (octubre, 2016), PPK fue lanzado a una piscina sin agua, pues su propuesta para ayudar a Venezuela no la secundó ningún jefe de Estado. Luna no había negociado nada previamente y expuso al Mandatario. ¡Imperdonable! Está tomando cuerpo el rechazo internacional al indulto, y eso sí me preocupa, pues podría afectar seriamente nuestra imagen, con consecuencias letales. Torre Tagle no ha elaborado ninguna estrategia de política exterior relámpago para contenerla. Lo hizo en 1995 nombrando a embajadores especiales para explicar al mundo entero el Protocolo de Río de Janeiro. Luna debe irse y el cambio no puede ser solo de personas sino de conducta, idoneidad, diseño y mística, alejando de la Cancillería a todos los cuestionados por las nefastas prácticas de los años 90.