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En tiempos de redes sociales, de internet y de la posibilidad de convertir en verdad una absoluta mentira con la rapidez de un click, opinólogos de las webs, “facebookeros” y “tuiteros” empedernidos, ya es hora de que empiecen a hacer funcionar de un modo menos elemental sus brillantes cerebros. Ya es tiempo de que antes de compartir una noticia y, lo peor de todo, emitir una sentencia lapidaria tras ella, averigüen o se hagan preguntas que no son del otro mundo y que luego agradecerán cuando se den cuenta del “roche” que significa haber hablado o escrito de más. Un ejemplo reciente. Hace algunas semanas, una noticia se difundió a través de los diversos informativos de la televisión local. Tras una intervención a la camioneta de los propietarios de un chifa que llevaban en la maletera carne y un perro vivo con medio cuerpo en un costal, los ciudadanos chinos se convirtieron de pronto en “asesinos de canes” gracias a un vecino que juró que la carne era de varias mascotas desaparecidas en el barrio. La turba quería linchar a los empresarios, la noticia de la televisión y los diarios pasó a las redes, donde por poco y pedían la pena máxima para ellos. Negocio quebrado. Ayer se supo la verdad: la carne era efectivamente de res, como dijeron siempre los intervenidos, y el perro era de la casa, no para la cocina. ¿Y todos los que dieron por cierta la noticia dónde están? Borraron sus post, sus tuits y asunto arreglado. Los pobres dueños del chifa, arruinados. Porque una cosa es que los despistados de siempre compartan todas las semanas en sus cuentas las muertes de Thalía, Chayanne, “El Puma” y Laura Bozzo, que finalmente al segundo se encargan de desmentir, y otra muy distinta es que un hecho local se transforme en un asunto en el que existirán perjudicados que no son superestrellas del show business. Y bueno, si usted cree que solamente los usuarios comunes y corrientes de las redes sociales cometen disparates, pues les contamos que no es así. Hace un par de días, una conocida escritora y columnista de un diario local tuvo que ofrecer disculpas al mismísimo Daniel Urresti por dar como cierto un comentario que se generó de una cuenta falsa suya en Twitter y que a su vez fue subido a una página web. Así están las cosas. Excesos, errores, metidas de pata en las redes son un reflejo finalmente de lo que vivimos como sociedad: violenta, irresponsable, dolorosa. Al menos en Facebook o Twitter la podemos controlar. ¿O no?

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