Cada día que pasa veo al Contralor fuera de la Contraloría, pero agazapado en el escritorio y lanzando una amenaza subliminal. “Acá muere Sansón con todos los filisteos”, parece decir.

Es que no solo ha cometido una serie de tropelías, sino que él o su gente han grabado la conversación que tuvo con el ministro de Economía y Finanzas; eso de por sí ya tiene un matiz delincuencial.

Ahora que la conversación grabada se ha hecho pública y todos los peruanos la hemos escuchado, surgen más dudas que precisiones.

¿Por qué el Contralor grabó al ministro de Economía?

¿Por qué el Contralor le repetía al ministro si el presupuesto estaba condicionado a darle luz verde a Chinchero?

¿Por qué fue el ministro a la Contraloría a hacer lobby en favor de Chinchero?

¿Por qué la bancada fujimorista defiende al Contralor? ¿A cambio de qué?

¿Por qué tanto interés del Ejecutivo de sacar Chinchero a sangre y fuego?

La salida del Contralor está cantada y el ministro se ha ganado a pulso una interpelación para que aclare este espinoso tema, y si el fujimorismo quisiera, hasta podría censurarlo.

En una democracia, todos estamos obligados a respetar la independencia de poderes. Se ha visto mal que un ministro fuerce una decisión de la Contraloría, como se ha visto pésimo que el vocero de la bancada mayoritaria interceda ante la justicia por un tema azucarero.

Urge destituir al Contralor y recomponer el gabinete.