El Congreso, pese a su baja aprobación, ha logrado una reforma trascendental: el retorno a la bicameralidad. Sin embargo, esta valentía no se ha extendido a la representatividad, lo que genera una constante crisis de legitimidad, cuestionamientos al parlamento y ahonda los problemas de gobernabilidad.

Perú es el país más subrepresentado de Latinoamérica. Nuestro Congreso equivale al de Uruguay u Honduras, países con poblaciones menores. En Uruguay, un congresista representa a 26,928 pobladores, mientras que en Perú, la cifra se eleva a 260,000 por congresista. Incluso hemos retrocedido. La Constitución de 1979 contemplaba 240 representantes en un Congreso bicameral, es decir, uno por cada 70,000 peruanos. Pese a conocer esta realidad, el Congreso ha establecido 130 diputados y 60 senadores, dejando la cifra final en al JNE. Además, se mantiene la incongruencia de dos diputados para representar a casi un millón de peruanos en el exterior, eliminando su representación en el Senado.

La democracia demanda inversión e, independiente de lo que las encuestas puedan decir, tenemos que mirar lo que funciona en otros países, la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política estableció en 300 los representantes que se necesitan para un país como el nuestro. ¿Quién se atreverá a corregir esta subrepresentación?

Finalmente, las próximas elecciones serán una prueba crucial para nuestra democracia, ya que marcaran el regreso al modelo bicameral. Esta situación generará grandes expectativas en la ciudadanía, pero también existe el recelo y desconfianza, entre otros motivos, debido a la negativa imagen que, generalmente, tienen los Congresos.