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Para quienes aún creen que la banda terrorista Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) estaba integrada por “jóvenes idealistas”, “románticos” y “revolucionarios”, sería bueno recordar quién fue el chileno secuestrador y criminal Jaime Castillo Petruzzi, el mismo que acaba de ser expulsado del país luego de purgar 23 años de cárcel por el plagio de 12 personas, dos de ellas asesinadas, y por la muerte de policías y militares, delitos por los que inicialmente fue condenado, con total justicia, creo yo, a cadena perpetua.

Este sujeto llegó al país con otros tres chilenos para hacerse cargo de los secuestros de esa banda armada, que la Asociación Pro Derechos Humanos (Aprodeh) trató de hacer retirar de la lista de grupos terroristas que maneja el Parlamento Europeo. Su arresto se dio en San Borja, una vez que la Dircote logró rescatar a balazos al empresario Raúl Hiraoka Torres, cautivo en una de las infames “cárceles del pueblo” creadas por el también asesino Víctor Polay Campos. Fue el 14 de octubre de 1993.

Castillo Petruzzi personifica lo más bajo y sanguinario del terrorismo puesto en marcha por el MRTA, pues estuvo a cargo de los secuestros de personas inocentes a cuyas familias exigía dinero para seguir financiando su enfrentamiento con el Estado y los peruanos. Tuvo suerte este sujeto de que, tras la caída del gobierno de Alberto Fujimori, se anularan las duras sentencias dadas por jueces militares, que al menos en este caso actuaron con suma justicia al condenarlo a la cárcel de por vida.

Seguramente este sujeto, que ha llegado expulsado a Chile, donde sus simpatizantes lo han recibido con aplausos y puños en alto considerándolo un “preso político”, saldrá dentro de poco en algún canal de televisión a victimizarse y a decir lo que ha “sufrido” en las cárceles peruanas. Bueno, que se lo crean los de Aprodeh y compañía, pues lo cierto es que nadie que ha cometido el tipo de delitos por lo que fue condenado merece la menor consideración, acá o en cualquier parte del mundo.

Felizmente que una vez expulsado del país, el terrorista Castillo Petruzzi nunca más en su vida podrá pisar nuestro territorio. Siempre es bueno tener lejos a los criminales de esa calaña. Si se las quiere dar de “revolucionario” o “preso político”, que lo aguanten sus compatriotas, quienes deberían pedir a sus autoridades policiales que tengan bien controlado a este sujeto, que hasta donde se sabe jamás se ha mostrado arrepentido por los crímenes que cometió, que no son poca cosa.

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