Cuando a las redacciones nos llegan informaciones sobre las víctimas de los estafadores con los cuentos de “la cascada”, “la pepita de oro”, “el boleto de lotería”, entre otros, los periodistas quedamos sorprendidos porque nos damos cuenta de que pasa el tiempo y sigue habiendo gente incauta. ¡Y Waldo Ríos Salcedo, el gobernador regional de Áncash, lo sabía!

Conocido era que el bono de los 500 nuevos soles para las familias pobres no era una promesa de campaña de este personaje ancashino condenado por corrupción, sino que era un timo masivo, una estafa tipo CLAE, un cuento barato, una barbaridad, un pillaje de lo más tonto que uno puede haber escuchado o leído. Pero así logró ganar las elecciones.

¿Qué podemos decir frente a esta farsa? Pues, a la gente se le advirtió del engaño en todos los medios de comunicación, hasta las autoridades desbarataron esta propuesta de Waldo Ríos y sus 500 soles del canon minero para los más necesitados. Si buscamos culpables en estos casos, entre la víctima y su victimario, la avaricia y la haraganería juegan un papel fundamental.

No sé si esa idea hubiese funcionado en otra parte del Perú, pero Áncash es un pueblo noble, cuya mayoría se acostumbró a las dádivas del sector estatal gracias a un personaje funesto: César Álvarez Aguilar, el expresidente regional ancashino encarcelado por, supuestamente, liderar una organización criminal. Si este despilfarraba dinero público a favor de los más necesitados, ¿por qué Waldo Ríos no lo podría hacer?

Pasarán los años y a las redacciones periodísticas volverán las informaciones sobre los cuentos de los embaucadores y los ingenuos, en un círculo vicioso en el que la política lubrica perfectamente. Ojalá que en una nueva elección, los ancashinos tengan en cuenta este punto.