En el común de los restaurantes, uno paga la cuenta y el mozo lanza la pregunta: ¿quiere boleta? Hace tiempo que uno, por el apuro, respondía negativo de manera escueta y salía corriendo del local. Pensaba que le hacía un favor al empleado al evitarle la molestia de escribir en un papel que a mí no me serviría ni a él tampoco. Crecí equivocado porque mi cultura peruana era acriollada hasta que empecé a trabajar.

He reflexionado sobre este tema cada vez que acudo a un café y me entretengo viendo si el usuario exige su boleta de venta. En mi nada científica conclusión, considero que nos hace falta reforzar la educación cívica. Por eso, simplemente, en los restaurantes no pedimos boleta de venta porque no le damos valor ni sabemos qué se hace con ese registro.

Sin embargo, como les comentaba, el día de mi primer pago decente en planilla, observé el descuento por impuestos al fisco. Claro, es el trato trabajador-empresa-Estado que uno firma al momento de participar en la economía nacional. ¿Molesta? Sí, pero es un deber ciudadano, el mismo que no le exigía al mozo porque pensaba que le daba más trabajo haciéndolo escribir.

Por su parte, el mozo, que debe recibir órdenes explícitas del patrón de hacer la pregunta mágica esperando que el comensal rechace la misma, también pierde. Al trabajar en un negocio donde el registro de ingreso es bamba, nunca sabrá si la empresa en realidad está obteniendo ganancias o pérdidas. Más bien, notará que el restaurante crece, pero no su bolsillo. ¿Aumento? No, estamos con las justas, le responderán.

Con este círculo vicioso, el dueño del restaurante boleteará menos y, por ende, evadirá impuestos al Estado y no declarará la verdad sobre su ganancia del mes. ¿Es justo? No. ¿Quiénes ayudan a esta ilegalidad? Todos aquellos apurados que no exigen una boleta porque les gana el tiempo y, al igual que yo años atrás, ni saben para qué sirve ese papelito.

Es bien difícil que en los hogares peruanos este tema esté en el debate de la mesa. En los colegios jugamos a emitir boletas, pero nunca es tarde para entender y explicarles a nuestros semejantes que el deber ciudadano no implica solo pagar nuestros impuestos, sino que debemos contribuir con nuestra ciudad y país exigiendo que el resto haga lo mismo. De no hacerlo, entonces no reclamemos por la falta de obras y buenos servicios. 

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