El desencanto de los jóvenes
El desencanto de los jóvenes

La protesta de los jóvenes contra la abusiva ley del trabajo que los afecta es un indicador de su protagonismo, que pocos advierten pero es una realidad. Solo el Gobierno y los partidos -que se han atrevido a votar una ley que los desafía- no quieren darse cuenta de su despropósito, que toca a más del 50% del electorado de un país joven desilusionado de la política y tal vez de la eficacia de la democracia.

Discurso y demagogia están emparentados con la política que deja la ética en el desván, contra la doble moral y el gobierno de las apariencias. Los jóvenes quieren creer, pero no los dejan mostrando una y otra vez que los políticos predican una cosa y hacen otra. Los jóvenes quieren participar en los partidos, pero no les permiten hacerlo. Los sexagenarios no sueltan los liderazgos y no abren espacios de actividad orgánica, tampoco los convocan con actividades atractivas para la renovación necesaria. Los jóvenes quieren ingresar a los medios para hacer algo en este innegable escenario de la política, pero los cupos para ellos parecen en exceso limitados.

Esa es la realidad de nuestros jóvenes, que bien podrían irrigar con sangre nueva nuestra política cotidiana, excluyente, avejentada, cuando no vulnerable a la corrupción. Como docentes, los vemos en las universidades, entusiastas, muy responsables cuando reciben una tarea importante que cumplen a cabalidad. Que necesitan debatir para asimilar y defender los valores de la democracia, escuderos de lo que tanto nos costó recuperar el año 2000 después de la década nefasta del fujimontesinismo.

Cuidado. En su gran mayoría, esos jóvenes ciudadanos ni siquiera habían nacido el 5 de abril, no saben de las tropelías, inmoralidades, crímenes y aberraciones que vivimos y lo difícil que fue rescatar al país de quienes lo habían tomado como botín. La desmemoria permite a las “estrellas” del fujimorismo de ayer reescribir hoy la historia a su favor para convertirse en predicadores de la moral que no tuvieron en esos tiempos. Estos jóvenes están justamente irritados por una ley que los coloca como ciudadanos de segunda. Y lo hace un gobierno que logró votos mayoritarios ofreciendo progresismo y honestidad y ahora no les da ni lo uno ni lo otro.

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