El escepticismo y la desconfianza de la gente por la clase política se basa no solo en la ineficacia del Gobierno, en la corrupción de las autoridades en todos los niveles, en la caída de sus ingresos económicos, en la continua crisis política, en la inseguridad ciudadana, sino también en el despilfarro y en los escándalos del Congreso. En los últimos días se ha hecho muy evidente esto en el Legislativo con “mochasueldos”, gastos suntuosos, viajes por todo el mundo y bonos exorbitantes para los trabajadores. En muchos casos las noticias publicadas sobre este poder del Estado han sido propias de las crónicas policiales y judiciales de los medios. De esta forma podemos tener una visión objetiva del grado de deterioro del Parlamento. Así no hay manera de establecer nexos entre sus iniciativas políticas y el ciudadano.

Incluso, hace poco se reveló que un congresista renunció a una comisión que investiga las licitaciones de empresas chinas en nuestro país. ¿Por qué lo hizo? Porque prefirió una invitación de las Juventud del Partido Comunista de China. Es evidente que los legisladores están ciegos y sordos ante las demandas de los peruanos, solo están atentos a sus apetitos políticos e intereses.

Parece que no perciben la gravedad de esta situación. Muchos ciudadanos dicen “esto no lo arregla nadie”. El peligro es que ante el desencanto político aparezcan “salvadores” extremistas y sean una real amenaza para la democracia.