Lo único que le queda al presidente Pedro Castillo y su gobierno para sobrevivir en medio del huaico de ineptitud y corrupción, es seguir apelando al papel de víctima e darle fuerte al discurso de que están contra las cuerdas y sometidos a críticas porque “la derecha y los ricos no perdonan que un campesino, docente rural y rondero haya llegado a Palacio de Gobierno”. Es floro barato y demagogia pura, pero tiene éxito entre los incautos, según las encuestas.
Señalo que al régimen solo le queda eso porque de otro lado, su “estrategia política” para hacer frente a la oposición es un completo desastre, como lo ha mostrado el premier Aníbal Torres el domingo último, en que se la quiso dar de audaz aprovechando al nauseabundo audio de César Acuña para exigir, en horario estelar, la intervención del Ministerio Público contra el dueño de APP, y todo le salió mal.
El premier Torres y su ministro de Justicia y Derechos Humanos, Félix Chero, no sabían que a las pocas horas de sus palabras, el Ministerio Público terminaría actuando, sí… pero contra ellos al abrirles investigación preliminar por su presunta participación en la red criminal que encabezaría el propio presidente Castillo. Pidieron iniciar pesquisas contra Acuña y Lady Camones (luego censurada), pero los empapelados fueron ellos.
Otra cosa que resulta un verdadero desastre es la “estrategia legal” del jefe de Estado, que tiene abogados que se creen muy jugadorazos y que se las saben todas, cuando en realidad la gente no es tonta y entiende que todo es un gran engaño de parte de quienes están hundiendo más al profesor. Eso de decir que el mandatario acudió a la Fiscalía de la Nación “a dar la cara”, cuando en realidad no respondió las preguntas, es sin duda una burda tomadura de pelo.
Al presidente le conviene seguir en su papel de víctima y de “pobrecito”. Le resulta algo rentable en las encuestas, pero debería entender que ese discurso se agota, y más cuando en pocos días podrían salir a la luz nuevas prueba de actos de corrupción como los que ya hemos visto y que implican al mandatario y a su entorno más cercano. Cuando eso ocurra, el gastado cuento del profesor “humilde” y de “buenas intenciones”, no servirá de nada.