El SUTEP realizó un paro “nacional” el pasado 23 de mayo demandando “mejoras salariales y mayor presupuesto para el sector”, ello a pesar del grueso incremento de más de 3,000 millones que recibió el presupuesto público del sector Educación en el ejercicio 2024 (en comparación al 2023), y de los recientes aumentos a los salarios de los docentes públicos que los colocaron por encima de la “media” nacional y habiendo -por supuesto- olvidado hacer un “mea culpa” o siquiera alguna mención sobre los lamentables resultados de la reciente Evaluación Nacional de logros de aprendizaje 2023 de los estudiantes de la educación básica (ENLA 2023) de los que los docentes tendrían también (harta) responsabilidad.

A la fecha, un docente de la carrera publica magisterial que se encuentra en la primera escala de su escalafón (de 8 niveles) y que trabaja 30 horas a la semana, recibe un salario de S/. 3,100 o un salario de S/. 4,050 si trabaja 40 horas (versus las 48 horas de trabajo del resto de mortales). Si comparamos esta remuneración magisterial con la remuneración mínima vital que asciende a S/. 1,050, al ingreso promedio nacional de S/.1,827, al ingreso de una enfermera que asciende a S/. 1,552 o al de un policía que (según datos de DIVPEN) recibe una remuneración inicial de S/.1,976, podremos evidenciar el gran esfuerzo del Estado y de los diferentes gobiernos con respecto al reconocimiento del importante trabajo que realiza nuestro magisterio nacional; pero estas mejoras no son acordes ni se condicen definitiva y lamentablemente con el resultado del rendimiento de los escolares en las escuelas públicas del país.  “Hombre justo y honrado es aquel que mide sus derechos con la regla de sus deberes” decía el teólogo y eclesiástico Henri Lacordaire hace más de 200 años atrás. El día que nos impongamos nuestras propias obligaciones con el mismo entusiasmo con el que exigimos nuestros derechos, probablemente podremos hablar de una sociedad verdaderamente justa y equilibrada y podremos inspirar y cumplir, antes de reclamar.