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La crisis migratoria venezolana en el Perú no va a desaparecer porque se hayan endurecido los requisitos para el ingreso, especialmente por la frontera de Tumbes. Quizá se frene un poco la presencia de delincuentes, esos que -me atrevería a sospechar- el régimen de Maduro tiene especialmente interés en “enviarnos” para desacreditar el éxodo y causar problemas a quienes los acogemos con espíritu solidario. Lo único que va a cambiar es que ahora habrá más venezolanos en situación ilegal, porque de entrar, van a entrar como sea. Toda la línea fronteriza en Aguas Verdes es una coladera, funciona así para el contrabando hormiga, por más vigilancia que se ponga. Hay que estar en la frontera para sentir realmente el drama de estas miles de personas, familias enteras, sufriendo en una peregrinación que desde Venezuela atraviesa Colombia. Todas las razones y los análisis sobre la capacidad laboral del Perú para ofrecerles una ocupación, y lo que representa para la demanda laboral local, se agotan tan pronto constatas que se trata de seres humanos que están huyendo de condiciones de vida peores que la incertidumbre de llegar a otros pueblos en busca de paz, alimento, salud y cobijo. Está claro que la mejor solución a este problema es que desaparezcan las causas que hacen salir a estas personas de su patria: el régimen de Nicolás Maduro. Mientras tanto, mucha tolerancia, generosidad para ayudarlos a pasar esta crisis, vigilancia de los intolerantes (los nuestros) y mucho cuidado con los delincuentes que logran ingresar a hacer daño en el país que los acoge. No ha hecho bien el Perú en ponerse exigente con la visa, pero eso no quita que haya flexibilidad mediante otro estatus de ingreso a quienes, todos sabemos, no les es fácil conseguir un pasaporte.