El exgobernador regional de Áncash, César Álvarez (a) “La Bestia”, acaba de ser condenado a 35 años de prisión por el asesinato del exconsejero regional Ezequiel Nolasco, quien era uno de los más grandes críticos de su gestión populista, corrupta y mafiosa, esa que nadie quiso mirar con atención hasta que sucedió este crimen. Fue en ese momento que el país recién despertó y puso sus ojos en esta autoridad que además ha sido sentenciada por sus nexos con Odebrecht.

Si hay un personaje que en la historia reciente del Perú ilustra la irresponsabilidad de los peruanos al momento de votar, ese es sin duda Álvarez, quien incluso fue reelegido en 2011 pese a sus antecedentes. Fue el típico politicastro que decía trabajar para “su pueblo” y que se sostenía a través de una bien articulada mafia con tentáculos en el Ministerio Público, el Poder Judicial, las municipalidades con alcaldes de su partido y un grupo de periodistas muy bien aceitados.

Álvarez podía hacer lo que le diera la gana, y nada le pasaba. También tenía el apoyo de un grupo de congresistas que por ahora están silbando y mirando para arriba. Su fuerza de choque eran los sindicatos truchos de construcción civil que extorsionaban a manos llenas. Este hampón fue intocable hasta que en 2014, en un segundo intento, acabó con la vida de Nolasco. El primer ataque fue en 2010, cuando la víctima resultó herida y perdió a un miembro de su familia.

Este sujeto era el rey de Chimbote, que era su centro de operaciones pese a que la capital de la región es Huaraz. Eran los tiempos en que todas las denuncias en su contra eran archivadas, y cualquier medio o periodista que se atreviera a cuestionarlo era víctima de ataques desde los canales de televisión y radios locales que había puesto a sus pies. Nos pasó en la edición chimbotana de Correo. Para Álvarez la Contraloría jamás existió y habría que averiguar por qué.

La sentencia de 35 años que ha recibido quien era apodado “La Bestia”, es en primera instancia. Sin embargo, los argumentos son contundentes. Además, esta condena por homicidio se suma a otras por corrupción, por lo que este sujeto tendrá que pasar quizá el resto de su vida tras las rejas. Tiene gran responsabilidad, pero también la tienen aquellos que votaron por él pese a sus antecedentes. Hay mucho para reflexionar, especialmente en tiempos de elecciones.